TARTAMUDEZ

El pasado día 22 de octubre se celebró el Día Internacional de la Tartamudez. Fue creado en 1998 por la European League of Stuttering Association, con el fin de favorecer la integración social de las personas con tartamudez. Y con la intención de favorecer las relaciones entre investigadores, profesionales y afectados para aumentar el conocimiento sobre el trastorno. El objetivo de este día es cambiar las actitudes hacia las personas que tartamudean, concienciando y sensibilizando a la gente sobre dicho trastorno. La falta de conocimiento causa ideas erróneas sobre la tartamudez y provoca, en muchas ocasiones, no saber cómo dirigirse o cómo actuar ante personas que están cometiendo faltas de fluidez.

La Tartamudez se refiere a una dificultad en hablar de forma fluida debido a distintas alteraciones que no son voluntarias ni aprendidas (repeticiones, prolongaciones, bloqueos o pausas inadecuadas). Con frecuencia, junto a estas disfluencias, aparecen ciertas conductas como manifestaciones de tensión, ansiedad, pensamientos y sentimientos negativos. Igualmente, en ocasiones, las personas con tartamudez muestran una tendencia a evitar hablar que puede alterar sus relaciones sociales. La incidencia de este trastorno, según la Fundación Americana de la Tartamudez, es de un 2,3% en el total de la población.

Existen ciertas creencias erróneas acerca de la tartamudez, que pueden modificar las actitudes del entorno hacia las personas con un habla no fluida. Una de ellas, es que las personas con faltas de fluidez no son inteligentes. Sin embargo, es un trastorno que no está relacionado con una baja capacidad. Otra de estas ideas es que la tartamudez no es recuperable. Sin embargo, existe una tendencia a que la tartamudez remita espontáneamente. La investigación indica que el pronóstico de recuperación puede alcanzar el 82% si se consulta antes de los 5 años y los padres reciben orientaciones. Si la evaluación es posterior a los 5 años el porcentaje se reduce al 37%. Según la APA (American Psychological Association, 2002) la prevalencia en población escolar es del 1%. En adultos es más baja.

Se desconoce el origen de dicha sintomatología. La investigación ha proporcionado datos que llevan a plantear que el trastorno es una combinación de factores genéticos y de predisposición fisiológica que interactúan con factores ambientales (el entorno) y de desarrollo del individuo. Aunque no se sabe en qué medida estos factores interactúan, sí sabemos cómo los aspectos ambientales pueden contribuir a que se mantengan los errores de habla no fluida. Por tanto, las actitudes de los que rodean a la persona con faltas de fluidez, son importantes en el mantenimiento del problema. En este marco, existen ciertas cosas que podemos modificar al comunicarnos con personas con tartamudez:

  • No interrumpir o acabar las palabras o frases, esperar a que la otra persona termine.
  • Reducir las preguntas directas, sustituyéndolas por comentarios o por preguntas que ofrezcan varias alternativas.
  • Mirar a los ojos de forma natural.
  • Mantener una escucha activa, mostrando, mediante comunicación verbal y no verbal, que estamos escuchando a la otra persona.
  • Centrarnos en qué está diciendo, más que en cómo lo está diciendo.
  • Hablar lento, realizando pausas.
  • Respetar los turnos de conversación.
  • En el caso de niños, ajustar nuestro lenguaje a su nivel del desarrollo.

Estas actitudes favorecen la fluidez en el habla cuando mantenemos una conversación con personas con disfluencias. El entorno juega un papel importante en el desarrollo y mantenimiento de la tartamudez. Sin embargo, son muchos los factores que se deben controlar. Por tanto, es recomendable acudir a la ayuda de un especialista cuanto antes, con el fin de poder enfrentarse a las situaciones de comunicación sin dificultad.

Cristina Gutierrez Ruiz

Psicóloga

EQUIPO ILD PSICOLOGÍA

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