En ocasiones recibimos demandas de atención en el área de motricidad orofacial cuando las disfunciones orofaciales ya están consolidadas o en edades muy avanzadas, cuando son mayores las limitaciones y menores las posibilidades de cambio. En muchos casos esto es así porque no se ha realizado una detección a tiempo y porque no todos los logopedas están formados en esta área.
Un logopeda especializado en Terapia Miofuncional o Motricidad Orofacial, como se denomina actualmente esta área, estará capacitado para prevenir, detectar, evaluar, diagnosticar y tratar las alteraciones y disfunciones orofaciales.
Para ello ha de conocer y manejar las diferentes pruebas que nos permiten realizar la exploración orofacial y el examen muscular. Se requiere también conocimiento y destreza para hacer la exploración exobucal (facies, patrón de crecimiento facial, estado labial en reposo, conformación de narinas, ATM…) y el examen endobucal (dentición y oclusión, lengua, frenillos lingual y labial, conformación de paladar óseo y paladar blando, presencia de amígdalas palatinas, etc.). Además, mediante las pruebas específicas deberá evaluar las funciones orofaciales: respiración, deglución, masticación, fonoarticulación, actitud postural; y la presencia de posibles hábitos lesivos.
Existen diferentes fichas y guías que pueden sernos de gran utilidad para llevar a cabo nuestra tarea. De todas maneras, lo más importante no es qué ficha se utiliza, sino que ningún aspecto quede fuera de la evaluación. El logopeda especializado en Motricidad Orofacial ha de conocer los diferentes materiales disponibles (ya sea protocolos de evaluación como recursos clínicos) para poder seleccionar los más adecuados para cada caso.
Hay algunos aspectos que deberemos contemplar en nuestra evaluación, como la necesidad de manejar los recursos específicos para llevar a cabo nuestro trabajo de manera rigurosa. Es fundamental saber utilizar el pie de rey o calibrador de Vernier, para hacer las mediciones antropométricas que sean necesarias; el espejo de Glatzel o similar, para evaluar la permeabilidad nasal y el escape nasal; la Técnica de Payne, para evaluar la deglución; el lápiz dermográfico, para evaluar la masticación; etc.
No hemos de prescindir de las mediciones objetivas con el pie de rey, ya que sólo a través de datos claros y contrastados, en más de una ocasión definiremos nuestro abordaje terapéutico. Por ejemplo, decidiremos si se requiere alargar el labio superior, o si en cambio la falta de sellado labial no está causada por un labio corto sino por otros factores (tipología facial y patrón de crecimiento, tipo de maloclusión, etc); sabremos ante qué tipo facial nos encontramos, para definir qué ejercitación conviene realizar y cuál no, etc.
Como logopedas sabemos que la producción del habla y de la voz no cuenta con órganos específicos. Recordemos que la fonoarticulación tiene su base en las funciones vitales de respiración y de alimentación y por lo tanto, las modalidades atípicas articulatorias pueden estar indicando disfunción deglutoria. Por otra parte, modificaciones estructurales del S.E. con la presencia de maloclusiones dentarias, u ocupaciones de la cavidad bucal o del cavum, influirían no sólo en la articulación del habla sino también en la producción de la voz, sobre todo respecto a la resonancia.
De acuerdo a cada tipo de maloclusión, no siempre encontraremos la presencia de dislalias, con puntos articulatorios modificados o sustituidos, pero probablemente observaremos que algunos de ellos están compensados. En algunos casos comprenderemos por qué no tiene sentido realizar un trabajo de reeducación articulatoria, si no se produce previamente la modificación de la forma orgánica.
Vemos entonces que el estudio de las alteraciones morfológicas y de las disfunciones del S.E. es un puzzle complejo. Si tenemos una formación específica en el área podremos encontrar la relación entre las diferentes piezas y seremos capaces de armar el resultado final, que se concretará en el diagnóstico miofuncional. Éste, a su vez, deberá enlazarse con los estudios y exámenes complementarios, para poder conocer así el diagnóstico global del paciente, hacer un pronóstico y proponer el plan terapéutico.
Estamos en un período en que se resalta la importancia de la medicina de la evidencia y la logopedia, como profesión sanitaria, no queda fuera de esta exigencia: se nos reclama evidenciar lo que hacemos, hemos de certificar que nuestro trabajo es válido, se nos pide constatar los resultados de nuestra intervención de manera objetiva…Más que nunca debemos entonces utilizar pruebas específicas, intentando realizar mediciones objetivas, tanto del estado inicial como final, antes de dar el alta, para demostrar que el trabajo logopédico es necesario y efectivo.
Es importante avanzar en este sentido y para lograrlo necesitamos contar con logopedas rigurosos en su hacer, que tengan una formación inicial y continua de calidad, para así poder compartir nuestros conocimientos con los demás profesionales que trabajan sobre el sistema estomatognático. Y la mejor manera de conseguirlo es, sin duda, la formación interdisciplinaria.
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Diana Grandi (Coordinadora)
Licenciada en Fonoaudiología (Univ. Nacional de Rosario, Argentina)
Máster en Bioética y Derecho (Universidad de Barcelona, España)
Miembro de la IAOM (International Association Orofacial Myology)